viernes, 31 de diciembre de 2010

ÁRBOL (Homero Arce, 1901-1977)

Éste árbol grande que nació pequeño
echó raíces en la tierra dura,
y desde el fondo de su oscuro sueño
sacó el oro terrestre hacia la altura.
Sacó la claridad con dulce empeño
de la tierra y del agua la frescura
del aire ahora rumoroso dueño
a los vientos despliega su estructura.
Alamo del camino, mástil de oro,
navío de las olas forestales,
alta columna de esplendor sonoro,
dame una rama de tu fuerza alada,
un gramo de tus íntimos metales,
y nacerá la luz en mí enterrada.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

EL HOMBRE (Luis Araya Novoa, 1938)

El mar, la cordillera y el desierto
Son del norte de chile los orígenes.
Pero el hombre, que es sol entre los soles,
Es su cosmos total, la tierra entera.
Es la simple palabra antes del eco.
Es el árbol que vence las arenas.
Es la piedra aterida de silencio
Que busca en el sonido su universo.
Sin él, la sal, el cobre, la turquesa,
Vivirían aún su noche turbia.
La tierra aún sería la colmena
De légamo zumbante: pura larva.
El mar no habría abierto sus abismos.
La luz no bajaría de las cumbres
En eléctricos ríos velocísimos
Terminados en deltas de cristales.
Arica no tendría alba de olivas.
Iquique no sería sol de escamas.
Antofagasta, cálida, calama,
Sin nacer estaría: pan de sombras.
Tocopilla, taltal, chuquicamata,
Nunca habrían salido de las dunas.
Chañaral, copiapó se ocultarían
A la espera de juan godoy, el mago.
Ovalle y vallenar, sin rumbo fijo
Navegarían lagos invisibles.
La serena sería aún campana
De brisa fabricada por los pájaros.
Coquimbo dormiría en marejadas
De océano noctámbulo y corsario.
Combarbalá con piel de greda cruda
Se buscaría para hallarse trunca.
Vicuña a la mistral no soñaría
En la palabra auténtica de chile.
Del norte entonces nada se sabría
A no ser por el hombre, que es su fuerza.
Él crea su raíz. Coge el relámpago
Que día a día salva la existencia.
Despierto, clamoroso, persistente,
Siembra su ser, transforma geografías.
Entre el mar y el desierto ordena alturas.
Con su mente corrige los espacios.
Multiplica la luz. Planta alboradas,
Semillas de espigadas primaveras.
El hombre es la mejor veta del norte:
Agua para su sed, sol en su noche.
En él tiene su voz la tierra ardida.
El mar, profundidad, roncos designios.

jueves, 28 de octubre de 2010

LEJANA (Romeo Murga, 1904-1925)

Como el sendero blanco porque vuela mi verso,
eres tú, toda llena de cosas extrañas.
Llevas algo de extraño, de sutil y disperso
como el polvo que dejan atrás las caravanas.


Amas la lejanía y eres la lejanía.
No has soñado jamás con la paz de tus lares.
Tienes el gesto claro y la blanca osadía
de las velas que parten hacia todos los mares...


Todo camino sabe de tu huella. Los montes
y el viento te desean. Tú -sin saber, acaso-
reclinas tu cabeza sobre los horizontes,
como sobre el regazo.


Y otra vez al camino, al viaje comenzado,
a las cosas lejanas del dolor y la muerte.
Si alguna vez, mujer, pasaras por mi lado
yo no podría detenerte.



Me quedaría inmóvil. No me querría asir
a tu pálida vesta de ensueños y azahares;
sólo por la tristeza de mirarte partir
como una vela blanca hacia todos los mares...

martes, 31 de agosto de 2010

CAFICHE DE LA MUERTE (Óscar Hahn, 1938-)

Cómo carne de cóndores hirvientes
o de tordos quemados como cresta
del rojo al negro se cambió la fiesta
y en silencio se fueron los clientes.
Se nos vació no más todo el prostíbulo
se vaciaron las camas y los bares
y todas las que estábamos de a pares
sollozamos de a una en el vestíbulo.
Por el pasillo viene la señora
siempre tan maternal siempre a la hora
con su taza de té y un trago fuerte.
Para qué te moriste desgraciado.
Mira mi pobre cuarto desolado
tipo traidor: cafiche de la muerte.

lunes, 2 de agosto de 2010

ELLA (Vicente Huidobro, 1893-1948)

Ella daba dos pasos hacia delante
Daba dos pasos hacia atrás
El primer paso decía buenos días señor
El segundo paso decía buenos días señora
Y los otros decían cómo está la familia
Hoy es un día hermoso como una paloma en el cielo

Ella llevaba una camisa ardiente
Ella tenía ojos de adormecedora de mares
Ella había escondido un sueño en un armario oscuro
Ella había encontrado un muerto en medio de su cabeza

Cuando ella llegaba dejaba una parte más hermosa muy lejos
Cuando ella se iba algo se formaba en el horizonte para esperarla

Sus miradas estaban heridas y sangraban sobre la colina
Tenía los senos abiertos y cantaba las tinieblas de su edad
Era hermosa como un cielo bajo una paloma

Tenía una boca de acero
Y una bandera mortal dibujada entre los labios
Reía como el mar que siente carbones en su vientre
Como el mar cuando la luna se mira ahogarse
Como el mar que ha mordido todas las playas
El mar que desborda y cae en el vacío en los tiempos de abundancia
Cuando las estrellas arrullan sobre nuestras cabezas
Antes que el viento norte abra sus ojos
Era hermosa en sus horizontes de huesos
Con su camisa ardiente y sus miradas de árbol fatigado
Como el cielo a caballo sobre las palomas

viernes, 30 de julio de 2010

EL CUCHILLO ENTERRADO (Efraín Barquero, 1931-)

Su rostro se ha vuelto como una máscara
hecha de agua y tierra que las lágrimas deshacen
cuando se come solo el pan desenterrado.
Abre de par en par todas las habitaciones,
acuesta el reloj de pared, cubre los espejos.
Qué hacer. Coge el viejo cuchillo ennegrecido
por los años y roído por un gran remordimiento.
El cuchillo desnudo como el mar en un pez,
desnudo como la tierra en una sola semilla.
Lo coge y lo entierra mirando a todos lados
sobre un gran pan con un chasquido sordo
como si atravesara la palma de una mano extendida.
Lo empuña de nuevo y se hace un corte en el muslo
que embebe con un trozo de ese mismo pan
como si esta fuera su comida desde ahora.
Y prueba la sangre de dos heridas abiertas
-la suya y la que nunca se conoce en los otros.
Ninguna respuesta. Dispone doce copas en la mesa
y las llena de vino hasta los bordes.
Después la quiebra contra el techo y los muros.
Se produce un gran silencio. Y se queda inmóvil
aguardando con los ojos cerrados.

GENIO Y FIGURA (Pablo de Rokha, 1894-1967)

Yo soy como el fracaso total del mundo, ¡oh, Pueblos!
El canto frente a frente al mismo Satanás,
dialoga con la ciencia tremenda de los muertos,
y mi dolor chorrea de sangre la ciudad.
Aún mis días son restos de enormes muebles viejos,
anoche «Dios» llevaba entre mundos que van
así, mi niña, solos, y tú dices: «te quiero»
cuando hablas con «tu» Pablo, sin oírle jamás.
El hombre y la mujer tienen olor a tumba,
El cuerpo se me cae sobre la tierra bruta
Lo mismo que el ataúd rojo del infeliz.
Enemigo total, aúllo por los barrios,
un espanto más bárbaro, más bárbaro, más bárbaro
que el hipo de cien perros botados a morir.